La lectura en los viajes

Abrir un libro es una experiencia para todo el que ha cultivado el hábito de la lectura. Leer durante un viaje te permite relajarte, desconectarte de tu realidad y sobretodo aprender. A veces no basta solo con cambiar de aires y entorno para romper por completo con las responsabilidades. Incluso cuando se está de viaje, muchas veces las personas se mantienen pegadas a los teléfonos u otros métodos de conexión con su vida cotidiana. Leer durante un viaje ayuda a ser más conscientes de que se está en un receso de la rutina, y lo propio es desconectarse.

Algunas situaciones en las que la lectura resulta la mejor amiga para complementar ese viaje soñado son aquellas en las que la mente aún está en los problemas incluso cuando ya no se está en el lugar donde ocurrieron u ocurren. Por ejemplo, cuando se pasa por una ruptura o duelo, hacer un viaje es uno de los métodos antidepresivos más comunes, pero éste no significa nada si los pensamientos siguen teniendo como lugar común esa pérdida. La lectura permite enfocar la mente en otros horizontes y complementa de manera perfecta el viaje.

Lo más recomendable para esos casos en donde los individuos se están enfrentando a importantes duelos durante un viaje y deciden, además, llevar un libro con ellos para agilizar su recuperación, es hacer lecturas que, por un lado, se relacionen con la situación o, por el otro sea todo lo contrario. La primera te ayudará a identificarte, proyectarte y aprender a sanar; la segunda te distraerá y ocupará los pensamientos con otras situaciones que pueden despertar tu motivación.
Aunque muchos los satanizan, los libros de autoayuda resultan muy eficientes durante los viajes porque estar fuera de la rutina te permite analizarlos, estudiarte a ti mismo y comprender mejor toda la información que estás consumiendo. Además, hay muy buenos autores que con el objetivo de ayudar a los demás publican todos sus conocimientos. Hay muchas lecturas de este tipo que son escritas por psicólogos muy calificados y son tratamientos o ideas de ellos, contados de una forma ligera, dinámica y didáctica para una mejor compresión y cercanía con los lectores y, por lo tanto, personas afectadas emocionalmente que necesitan de esa información.

Si, por el contrario, o por naturalidad, es un viaje a la costa durante el verano –o el invierno-, es poco probable que se disfrute leer un texto profundo, denso o que persiga el cuestionamiento de las actitudes o comportamientos de la persona; sobre todo porque el ambiente siempre es playa, sol, arena y fiesta. Pero no por ello se debe alejar a la lectura, lo más natural es llevarse historias frescas, cortas y que desarrollen la creatividad, la forma de relacionarse con los demás o simplemente nos inspiren a accionar cuando volvamos a la rutina. Las novelas románticas o los libros de cuentos, crónicas o artículos de opinión son opciones ideales. También los textos que se relacionen con expandir los conocimientos sobre el trabajo siempre y cuando no generen ansiedad de volver a él.

Sea cual sea el motivo del viaje, la lectura resulta siempre el mejor complemento. Y mucho más si se realiza en solitario. Los libros acompañan, enseñan y motivan.

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